Text 22
kecit karma vadanty enaṁ
svabhāvam apare nṛpa
eke kālaṁ pare daivaṁ
puṁsaḥ kāmam utāpare
kecit—algunos; karma—actividades fruitivas; vadanti—explican; enam—esa; svabhāvam—naturaleza; apare—otros; nṛpa—mi querido rey Dhruva; eke—algunos; kālam—tiempo; pare—otros; daivam—destino; puṁsaḥ—de la entidad viviente; kāmam—deseo; uta—también; apare—otros.
Algunos explican que las diferencias entre las formas de vida, y el sufrimiento y el disfrute que llevan aparejado, es el resultado del karma. Algunos dicen que se deben a la naturaleza; otros, al tiempo; hay quienes las atribuyen al destino; y también hay quien dice que su causa es el deseo.
SIGNIFICADO: Hay distintas clases de filósofos: mīmāṁsakas, ateos, astrónomos, sexualistas, y muchísimas otras categorías de especuladores mentales. La conclusión verdadera es que lo único que nos ata a la diversidad de especies de vida del mundo material son nuestras actividades. El porqué de esa diversidad se explica en los Vedas: se debe al deseo de la entidad viviente. La entidad viviente no es una piedra inerte; tiene muchas clases de deseos (kāma). Los Vedas dicen: kāmo ’karṣīt. Las entidades vivientes son, en origen, partes del Señor, como chispas de un fuego, pero han caído a este mundo material, atraídas por el deseo de enseñorearse de la naturaleza. Es un hecho. Cada entidad viviente hace lo más que puede por enseñorearse de los recursos materiales.
Ese kāma, o deseo, no se puede destruir. Algunos filósofos dicen que si abandonamos los deseos volvemos al estado liberado. Pero el deseo es algo que caracteriza a la entidad viviente, y es absolutamente imposible abandonarlo. Sin el deseo, la entidad viviente sería una piedra inerte. Por esa razón, Śrīla Narottama dāsa Ṭhākura nos aconseja que orientemos nuestra capacidad de desear hacia el servicio de la Suprema Personalidad de Dios. Con ello se purifican los deseos, y con esa purificación, nos liberamos de toda la contaminación material. La conclusión es que las diversas teorías con que los filósofos explican las diversidades de la vida y el placer y el dolor ligados a ellas, son todas imperfectas. La verdadera explicación es que somos sirvientes eternos de Dios y que, tan pronto como olvidamos esa relación, somos arrojados al mundo material, donde creamos nuestras distintas actividades y sufrimos o disfrutamos de sus resultados. Es el deseo lo que nos trae al mundo material, pero ese mismo deseo, purificado y empleado en el servicio del Señor, pondrá fin a nuestra enfermedad, a nuestro vagar por el universo atados a distintas formas y condiciones.