Text 33
tam eva yūyaṁ bhajatātma-vṛttibhir
mano-vacaḥ-kāya-guṇaiḥ sva-karmabhiḥ
amāyinaḥ kāma-dughāṅghri-paṅkajaṁ
yathādhikārāvasitārtha-siddhayaḥ
tam—a Él; eva—ciertamente; yūyam—todos ustedes, súbditos; bhajata—adorar; ātma—propio; vṛttibhiḥ—deber prescrito; manaḥ—mente; vacaḥ—palabras; kāya—cuerpo; guṇaiḥ—con las cualidades particulares; sva-karmabhiḥ—con los deberes particulares; amāyinaḥ—sin reservas; kāma-dugha—cumpliendo todos los deseos; aṅghri-paṅkajam—los pies de loto; yathā—tanto como; adhikāra—capacidad; avasita-artha—plenamente convencidos del propio interés; siddhayaḥ—satisfacción.
Pṛthu Mahārāja aconsejó a sus súbditos: Deben ofrecer servicio devocional al Señor, con una actitud liberal y ocupando en ello la mente, las palabras, el cuerpo y los resultados de sus deberes prescritos. Deben dedicar su servicio a los pies de loto de la Suprema Personalidad de Dios con plena confianza y sin reservas, conforme a sus capacidades y a sus ocupaciones. Con ello, tienen asegurado el éxito en el logro del objetivo supremo de sus vidas.
SIGNIFICADO: Como se explica en el capítulo dieciocho del Bhagavad-gītā: sva-karmaṇā tam abhyarcya: Se debe adorar a la Suprema Personalidad de Dios con los deberes de la propia ocupación. Esto implica aceptar el principio de los cuatro varṇas y los cuatro āśramas. Por consiguiente, Pṛthu Mahārāja dice: guṇaiḥ sva-karmabhiḥ, frase que se explica en el Bhagavad-gītā: cātur-varṇyaṁ mayā sṛṣṭaṁ guṇa-karma-vibhāgaśaḥ: «La Suprema Personalidad de Dios crea las cuatro castas —brāhmaṇas, kṣatriyas, vaiśyas, y śūdras— conforme a las modalidades materiales de la naturaleza y los deberes particulares desempeñados bajo la influencia de esas modalidades». No cabe duda de que la persona situada bajo la influencia de la modalidad de la bondad es más inteligente que las demás. Por lo tanto, puede practicar las actividades brahmínicas, a saber: hablar la verdad, controlar los sentidos y la mente, mantenerse siempre limpio, practicar la tolerancia, tener conocimiento completo de la propia identidad, y entender el servicio devocional. De esa forma, si se ocupa en el servicio amoroso del Señor como un verdadero brāhmaṇa, alcanzará su objetivo de lograr el interés supremo de la vida. De manera similar, el kṣatriya tiene los deberes de proteger a los ciudadanos, dar todas sus posesiones como caridad, ser estrictamente védico en la administración de los asuntos de estado, y no tener miedo de luchar cuando se produce un ataque enemigo. Esa es la manera en que el kṣatriya puede satisfacer a la Suprema Personalidad de Dios con los deberes propios de su ocupación. Un vaiśya, por su parte, puede satisfacer al Dios Supremo ejecutando sus deberes adecuadamente, que son: ocuparse en la producción de alimentos, proteger a las vacas, y comerciar con los excedentes de la producción agrícola, si fuera necesario. Los śūdras, cuya inteligencia no es demasiado amplia, sencillamente deben ocuparse como obreros al servicio de los estratos superiores de la vida social. Todo el mundo debe tener el objetivo de satisfacer a la Suprema Personalidad de Dios con la mente, ocupándola siempre en pensar en Kṛṣṇa, con las palabras, ofreciendo constantes oraciones al Señor y predicando Sus glorias, y con el cuerpo, realizando el servicio que sea preciso para satisfacer al Señor. Las mismas divisiones que hay en el cuerpo, es decir, la cabeza, los brazos, el estómago y las piernas, se encuentran en el conjunto de la sociedad humana, que puede dividirse en cuatro clases de hombres, conforme a sus cualidades materiales y sus deberes prescritos. Los hombres brahmínicos, que son inteligentes, tienen que cumplir el deber de la cabeza; los kṣatriyas deben cumplir el deber de los brazos, la clase vaiśya, el del estómago, y los śūdras deben cumplir el deber de las piernas. En la ejecución de los deberes prescritos de la vida, nadie es superior ni inferior; esas divisiones de «superior» e «inferior», existen, pero como de hecho todas las partes tienen un interés común, la satisfacción de la Suprema Personalidad de Dios, no hay diferencias entre ellas.
Podría plantearse la siguiente pregunta: Si el Señor es el objeto de la adoración de grandes semidioses, como el Señor Brahmā, el Señor Śiva y otros, entonces, ¿cómo va a poder servirle un ser humano en este planeta? Esto lo explica claramente Pṛthu Mahārāja empleando la palabra yathādhikāra, «conforme a la propia capacidad». Bastará con ejecutar el propio deber prescrito con sinceridad. No es necesario llegar a ser como el Señor Brahmā, el Señor Śiva, Indra, el Señor Caitanya o Rāmānujācārya, cuyas capacidades sin duda están muy por encima de las nuestras. Incluso un śūdra, que está en la etapa más baja de la vida en cuanto a cualidades materiales, puede obtener el mismo éxito. Todo el mundo puede alcanzar el éxito en el servicio devocional, siempre y cuando no manifieste duplicidad. En este verso se explica que hay que ser muy franco y liberal (amāyinaḥ). Estar en una etapa inferior de la vida no descalifica a nadie para el éxito en el servicio devocional. Solo hay una cualidad necesaria, tanto para los brāhmaṇas, como para los kṣatriyas, los vaiśyas y los śūdras: ser francos y abiertos, sin guardar ningún tipo de reservas. Con ello, y mediante la ejecución de los propios deberes prescritos bajo la guía de un maestro espiritual adecuado, se puede obtener el éxito más elevado en la vida. Esto lo confirma el propio Señor: striyo vaiśyās tathā śūdrās te ’pi yānti parāṁ gatim (Bg. 9.32). No importa si somos un brāhmaṇa, un kṣatriya, un vaiśya, un śūdra, o una mujer degradada; si nos ocupamos en servicio devocional trabajando con sinceridad con el cuerpo, la mente y la inteligencia, tenemos asegurado el regreso al hogar, de vuelta a Dios. En este verso se describen los pies de loto del Señor con las palabras kāma-dughāṅghri-paṅkajam, ya que poseen en plenitud la potencia de satisfacer los deseos de todos. El devoto es feliz incluso en esta vida porque, a pesar de las muchas necesidades que tenemos en la existencia material, él ve satisfechas todas sus necesidades, y finalmente, cuando abandona el cuerpo, tiene asegurado, sin la menor duda, el regreso al hogar, de vuelta a Dios.