Text 21
dehaṁ vipannākhila-cetanādikaṁ
patyuḥ pṛthivyā dayitasya cātmanaḥ
ālakṣya kiñcic ca vilapya sā satī
citām athāropayad adri-sānuni
deham—cuerpo; vipanna—completamente inerte; akhila—todo; cetana—sentimiento; ādikam—señales; patyuḥ—de su esposo; pṛthivyāḥ—el mundo; dayitasya—del misericordioso; ca ātmanaḥ—también de ella misma; ālakṣya—al ver; kiñcit—muy poco; ca—y; vilapya—lamentando; sā—ella; satī—la casta; citām—al fuego; atha—ahora; āropayat—puso; adri—promontorio; sānuni—en lo alto de.
Cuando vio que su esposo, que tan misericordioso había sido con ella y con la Tierra, no mostraba signos de vida, la reina Arci se lamentó por un momento; después, levantó una pira ardiente en lo alto de un promontorio y puso encima el cuerpo de su esposo.
SIGNIFICADO: Después de ver desaparecer los signos de la vida en su esposo, la reina se lamentó por un momento. La palabra kiñcit significa «por un instante». La reina tenía plena conciencia de que su esposo no estaba muerto, a pesar de la desaparición de los signos de la vida, es decir, la actividad, la inteligencia y la percepción de los sentidos. Como se explica en el Bhagavad-gītā (2.13):
dehino ’smin yathā dehe
kaumāraṁ yauvanaṁ jarā
tathā dehāntara-prāptir
dhīras tatra na muhyati
«Del mismo modo que el alma encarnada pasa en este cuerpo continuamente de la niñez a la juventud y a la vejez, pasa también a otro cuerpo en el momento de la muerte. Una persona sensata no se confunde ante ese cambio».
Cuando una entidad viviente pasa de un cuerpo a otro, proceso que generalmente se conoce como «muerte», el hombre cuerdo no se lamenta. Sabe que la entidad viviente no ha muerto, sino que simplemente ha pasado de un cuerpo a otro. La reina debería haber sentido miedo de haberse quedado sola en el bosque con el cuerpo de su esposo, pero como era la gran esposa de una gran personalidad, se lamentó durante un momento, pero de inmediato entendió que tenía muchos deberes que cumplir. Así, en lugar de perder el tiempo lamentándose, enseguida levantó una pira ardiente en lo alto de un promontorio y puso sobre ella el cuerpo de su esposo para quemarlo.
En el verso se describe a Mahārāja Pṛthu con la palabra dayita, pues además de ser rey de la Tierra, la protegió como a una hija que dependiera de él. A su esposa le prodigó los mismos cuidados. Como rey, tenía el deber de proteger a todos, y en especial, a la Tierra, el país en que gobernaba, así como a sus súbditos y a los miembros de su familia. Pṛthu Mahārāja, como rey perfecto, protegió a todos. Por esa razón, en el verso se le describe con la palabra dayita.