Text 4
śreyas tvaṁ katamad rājan
karmaṇātmana īhase
duḥkha-hāniḥ sukhāvāptiḥ
śreyas tan neha ceṣyate
śreyaḥ—bendición suprema; tvam—tú; katamat—qué es eso; rājan—¡oh, rey!; karmaṇā—con actividades fruitivas; ātmanaḥ—del alma; īhase—deseas; duḥkha-hāniḥ—desaparición de todas las aflicciones; sukha-avāptiḥ—logro de toda felicidad; śreyaḥ—bendición; tat—esa; na—nunca; iha—en relación con esto; ca—y; iṣyate—se puede conseguir.
Nārada Muni preguntó al rey Prācīnabarhiṣat: Mi querido rey, ¿qué es lo que deseas conseguir con la ejecución de esas actividades fruitivas? El principal objetivo de la vida es liberarse de todas las miserias y disfrutar de la felicidad, pero estas dos cosas no se pueden obtener con actividades fruitivas.
SIGNIFICADO: En el mundo material hay una gran ilusión que cubre la verdadera inteligencia de la entidad viviente. Las personas que están bajo la influencia de la modalidad de la pasión desean los beneficios que se derivan de su arduo trabajo, pero no saben que el tiempo nunca les va a permitir ningún disfrute permanente. Las ganancias no compensan el trabajo que cuesta adquirirlas. E incluso si compensasen, nunca vienen libres de sufrimiento. Cuando alguien que no ha nacido rico quiere comprar una casa, coches y otras cosas materiales, tiene que trabajar día y noche, durante muchos años, hasta que puede conseguirlas. La felicidad no viene sin sufrimientos.
En realidad, en el mundo material no se puede tener felicidad pura. Si deseamos disfrutar de algo, siempre hay otra cosa que nos hace sufrir. En esencia, la naturaleza del mundo material es el sufrimiento; todo el disfrute que tratamos de conseguir no es más que ilusión. Después de todo, tenemos que sufrir las miserias del nacimiento, la vejez, las enfermedades y la muerte. Tal vez descubramos maravillosas medicinas, pero no podremos acabar con los sufrimientos de la enfermedad y la muerte. En realidad, las medicinas no son el factor que puede eliminar las enfermedades y la muerte. En esencia, en el mundo material no hay felicidad, pero las personas que están bajo la influencia de la ilusión trabajan con gran ahínco en busca de esa supuesta felicidad. En verdad, piensan que ese arduo trabajo es la felicidad. Eso se denomina ilusión.
Por esa razón, Nārada Muni preguntó al rey Prācīnabarhiṣat qué era lo que deseaba obtener con la ejecución de tantos y tan costosos sacrificios. Ni siquiera el que se eleva hasta un planeta celestial puede evitar los sufrimientos de nacer, envejecer, enfermar y morir. Alguien podría argüir que, en la ejecución de las austeridades y penitencias del servicio devocional, también los devotos tienen que pasar por muchos sufrimientos. Por supuesto, a los neófitos la rutina del servicio devocional les puede resultar muy penosa, pero al menos tienen la esperanza de que al final podrán superar todos los sufrimientos y alcanzar el estado más elevado de felicidad y perfección. Los karmīs comunes no tienen esa esperanza, pues incluso si se elevan a los sistemas planetarios superiores, no tienen garantías de liberarse de las miserias del nacimiento, la vejez, las enfermedades y la muerte. Incluso el Señor Brahmā, que está en el sistema planetario más elevado (Brahmaloka), tiene que morir. El nacimiento y la muerte del Señor Brahmā tal vez sean diferentes de los de un hombre común, pero como vive en el mundo material, tampoco él puede evitar los sufrimientos del nacimiento, la vejez, las enfermedades y la muerte. La persona verdaderamente seria en llegar a liberarse de esas miserias debe ocuparse en servicio devocional. Esto lo confirma el Señor personalmente en el Bhagavad-gītā (4.9):
janma karma ca me divyam
evaṁ yo vetti tattvataḥ
tyaktvā dehaṁ punar janma
naiti mām eti so ’rjuna
«¡Oh, Arjuna!, aquel que conoce la naturaleza trascendental de Mi advenimiento y actividades, al abandonar el cuerpo no vuelve a nacer en este mundo material, sino que alcanza Mi morada eterna».
Vemos entonces que el devoto, una vez que alcanza el estado de conciencia de Kṛṣṇa plena, no vuelve al mundo material después de morir. Va de regreso al hogar, de vuelta a Dios. Ese es el estado de felicidad perfecta, sin la menor mancha de sufrimiento.