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Text 21

bhūtānām iha saṁvāsaḥ
prapāyām iva suvrate
daivenaikatra nītānām
unnītānāṁ sva-karmabhiḥ


bhūtānām—de todas las entidades vivientes; iha—en este mundo material; saṁvāsaḥ—el vivir juntas; prapāyām—en una fuente de agua fresca; iva—como; su-vrate—¡oh, mi buena madre!; daivena—por una voluntad superior; ekatra—a un lugar; nītānām—de los que son llevados; unnītānām—de los que se separan; sva-karmabhiḥ—por sus propias reacciones.


Mi querida madre, a veces muchos viajeros coinciden en un restaurante o en una fuente de agua fresca, pero después de beber, cada uno continúa rumbo a su propio destino. Del mismo modo, las entidades vivientes se reúnen formando una familia, y más tarde, como resultado de sus propias acciones, se separan para seguir cada una hacia un destino diferente.

prakṛteḥ kriyamāṇāni
guṇaiḥ karmāṇi sarvaśaḥ
ahaṅkāra-vimūḍhātmā
kartāham iti manyate


«El alma que está confundida por la influencia del ego falso, se cree la autora de actividades que en realidad son ejecutadas por las tres modalidades de la naturaleza material» (Bg. 3.27). Todas las entidades vivientes actúan ateniéndose estrictamente a las indicaciones de prakṛti, la naturaleza material, pues en el mundo material dependemos por completo de un control superior. Todas las entidades vivientes del mundo material han venido aquí únicamente por su deseo de ser iguales a Kṛṣṇa en posibilidades de disfrutar; de ese modo, han sido enviadas a este mundo para quedar en mayor o menor grado sometidas al condicionamiento de la naturaleza material. Las supuestas familias del mundo material no son más que una combinación de varias personas en un hogar para cumplir con la condena que les ha sido impuesta. Igual que los presos comunes, que se separan tan pronto como cumplen condena y quedan en libertad, también nosotros vivimos juntos durante un tiempo, formando una familia, para después seguir hacia nuestros respectivos destinos. Se da también el ejemplo de que los miembros de una familia son como briznas de hierba arrastradas por la corriente de un río. A veces, en algún remolino, esas briznas de hierba se juntan, pero más tarde la misma corriente vuelve a separarlas; a partir de entonces flotan solas en el agua.


Aunque era un demonio, Hiraṇyakaśipu poseía conocimiento y comprensión de los Vedas. Así, el consejo que dio a sus familiares —cuñada, madre y sobrinos— era perfectamente válido. Los demonios tienen fama de ser muy elevados en lo que a conocimiento se refiere, pero se les considera demonios porque no emplean su gran inteligencia en el servicio del Señor. Los semidioses, sin embargo, actúan con gran inteligencia para satisfacer a la Suprema Personalidad de Dios. Esto se confirma en elŚrīmad-Bhāgavatam (1.2.13) con las siguientes palabras:

ataḥ pumbhir dvija-śreṣṭhā
varṇāśrama-vibhāgaśaḥ
svanuṣṭhitasya dharmasya
saṁsiddhir hari-toṣaṇam


«¡Oh, el mejor entre los nacidos por segunda vez!, se concluye, entonces, que la perfección más elevada que se puede alcanzar mediante el desempeño de los deberes prescritos [dharma] conforme a las divisiones en castas y órdenes de vida es complacer al Señor Hari». Para llegar a ser semidioses o seres divinos, debemos satisfacer a la Suprema Personalidad de Dios, cualquiera que sea nuestra ocupación.

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